Kathy Muñoz: “Nadie espera que quien te ama te mate”

Kathy Muñoz: “Nadie espera que quien te ama te mate”

Manifiesta ECUADOR

febrero 23, 2021

Desirée Yépez/ @Desireeyepez

El 21 de diciembre de 2020 Kathy Muñoz recibió una llamada que cambió su vida: su hija había muerto. Lo que vendría después conmocionó al país y se convirtió en noticia a escala internacional: Lisbeth Baquerizo había sido asesinada por su marido, los implicados pegaron las heridas de su cabeza con goma para falsear la masacre. La maquillaron. Su esposo, el principal sospechoso, está libre; sus cómplices, también. Y su madre no descansa en reclamar su derecho: justicia. 

¿Cómo era su vida hace un año?

Normal. Como la de cualquier otra persona. Teníamos un hogar, dos hijas. Hace un año nuestro hogar era feliz, lastimosamente ya todos conocen la triste historia, la horrible historia en la que nuestra vida se ha convertido. Lamentablemente desperté un día y me di cuenta de que era verdad: he tenido que enfrentarme titánicamente a un sistema que le llaman de justicia, pero es algo que no he conocido hasta hoy. Han sido tantas las negligencias, la corrupción, la maldad que no me ha tocado otra opción que ser Kathy Muñoz “la guerrera”, “la leona”, “la pantera”, “la mujer luchadora”, así me llaman. Nadie quiere perder una hija de una manera tan cruel, vil y miserable como murió la nuestra. Su cuerpo fue usado como un juguete, la desnudaron, la bañaron, la remendaron, luego la vistieron, luego la pusieron en la escena falsa con la que nos quisieron engañar haciéndonos creer que había caído de las escaleras. 

A veces me he quedado sin voz de tanto gritar. En este caso, la Fiscalía nunca estuvo de nuestro lado, siempre estuvo con el victimario, tanto así que él y los cómplices se fugaron. Dejaron resuelto transferencias de bienes, un lugar para instalarse de nuevo, el señor Hermidas tuvo el placer de viajar en avión a Colombia, dicen que allá está junto a su hermano. Lo único que he gritado es que ¡quiero ver, conocer y sentir la justicia! 

¿Qué ha implicado este proceso de dos meses de tener que transformarse para exigir justicia por su hija?

Ha sido muy doloroso. Yo era una mujer normal, soy estilista de profesión hace 20 años. Como toda madre estaba dispuesta a luchar por mis hijas, pero nunca pensé que Dios y el destino me iban a poner frente al mundo como alguien que pelea por una causa justa. Asesinaron a mi hija, no pido nada que no merezca, exijo, reclamo, mis derechos y los de ella. Hace unos meses mi rostro tenía otra expresión, ahora mis ojos están cansados, tengo ojeras, he bajado mucho de peso. Ha sido tanto el dolor y la tristeza que no he tenido tiempo ni de llorar porque el proceso ha sido muy exigente, han habido días en que me voy desde las 8 de la mañana y no regreso hasta las 10 de la noche. 

Todos los días se difunden noticias relacionadas a violencia de género, femicidios. Es una realidad a la que nos exponemos diariamente, pero ¿qué pasa cuando toca la puerta, cuando se vuelve real?

Cuando vi a mi hija muerta en las escaleras, sentí que mi vida se iba con ella. Me han preguntado si no temo por mi vida y contesto: “tengo dos hijas, la mitad de mi vida se fue con Lisbeth”. Lo que ven solo es un estuche. Me arrebataron algo que salió de mi cuerpo, de mi ser, eso me transformó en lo que ahora soy. No temo porque mi causa es justa, nadie tiene derecho de arrebatarle la vida a nadie. Lo más ruin es que hayan querido ocultar horrendo crimen pegando sus heridas con Brujita. Pagaron un médico falso, un maquillador para que ocultara las heridas, la magnitud del asesinato de Lisbeth Baquerizo ha traspasado precedentes, la imaginación, es algo tan macabro… Ahora he logrado un equilibrio entre el dolor, la rabia, la impotencia. Al principio no podía contenerme, las lágrimas solo se derramaban, pero aprendí que de ellas me tengo que alimentar, eso hace una madre. Estoy dispuesta a hacer lo que tenga que hacer, a cortarme las venas en Carondelet, dejar mi sangre regada en el piso para que la gente conozca mi historia, para que se sepa que el que mató a mi hija está caminando por las calles. A la señora Justicia la tienen vendada, boca abajo, hacen con ella lo que les da la gana. 

¿Cómo sacarle la venda a esa Justicia?

Como yo lo hice: gritando, reclamando, haciendo valer los derechos. La Fiscalía General del Estado nos ha acostumbrado a hacerse la ciega, sorda, mi caso puede ser único, por la dimensión; pero hay tantos femicidios detrás de mí. No me ha quedado otra opción que reclamar, y nadie me lo dijo, me lo dijo mi corazón. Al principio, cuando reclamaba en los exteriores de la Fiscalía, en Guayaquil, las personas no sabían quién era ni qué reclamaba. Pero de a poco se empezaron a sentar a escuchar mi historia, a ver mis lágrimas correr… 

¿Se ha encontrado con otras madres en esta lucha?

Sí. Cuando vi que la injusticia no era solo para mí, encontré mujeres que me abrazaban y me decían: “señora, fuerza, tengo tres años en esto y el femicida está en su casa, tengo dos nietos y tras sobornar al fiscal se quedó con mis nietos”. Yo la invitaba a traer su cartel y a gritar conmigo. Después venía otra… La Fiscalía nos ha acostumbrado a la limosna, porque los fiscales solamente dan lo que ellos quieren, no lo que tienen que dar. 

¿Ustedes cómo se han enfrentado a esos poderes?

Mirándolos a la cara y diciéndoles que no les tengo miedo. Aquí estoy y no voy a parar hasta conseguir lo que anhelo, lo que necesito, lo que reclamo porque es mi derecho. Mi hija tiene derecho a la justicia, no porque ahora ella se está pudriendo en un cementerio sus derechos se pudren con ella. Aquí está su madre. He invitado a las madres del Ecuador que están en una situación como la mía que hagan lo que yo he hecho. Si no tuviera fortaleza, estaría temblando. Sí he temblado, pero no de miedo, sino de impotencia, dolor, rabia. ¿Dónde están los derechos humanos? Los míos fueron pisoteados. No voy a descansar hasta el día en que se realice la audiencia de formulación de cargos de todos los cómplices y a cada uno le den su sentencia. Esa es mi causa. Ha sido una lucha titánica contra un enemigo que en realidad pensé que era mi aliado, la Fiscalía. Por eso ahora todos me conocen, saben que he gritado, he llorado, no me he sentido derrotada. Mi corazón está destrozado. Me duelen los recuerdos. No me he llenado de odio, tuve de frente al que mató a mi hija, a sus padres, pude haber hecho justicia por mano propia y lo que hice fue ir a buscar a la señora Justicia para que me dé paz, pero no fue así. 

Me siento más fuerte que nunca, porque no estoy sola. Ecuador está aprendiendo a pelear. 

¿Cuántas veces ha tenido que narrar esta historia y recordarla?

En este proceso aprendí la palabra “revictimizar”, no me gusta porque quien la dijo primero fue el fiscal y comprendí que la burocracia disfraza con palabras y papeles la corrupción. ¿Por qué me dicen victimizar? ¿Acaso si no lo cuento lo voy a olvidar? ¿Acaso si le digo a mi mente lo voy a olvidar? Nunca lo voy a olvidar. Han sido cientos de veces, me han dolido, al principio lloraba mucho. No me arrepiento de contarlo una y mil veces. Eso hizo que Ecuador haya hecho suya mi historia y mi dolor. Mataron a mi hija, no me voy a conformar con llorar. Quiero justicia. No hay nada que me haga olvidar el 21 de diciembre de 2020. Mi hija tenía un propósito en su vida. Tal vez el propósito de su muerte es que muchas aprendan y comprendan que lo que parece un cuento de hadas, amor, a veces es mentira. El amor nos ciega. Nadie espera que una persona que te ama te mate.  

 

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