8M: Dos siglos después y seguimos pidiendo salarios y condiciones laborales justas para las mujeres.
Por: Micaela Medina Chicaiza/@micaelamedinach
Al menos 25 millones de mujeres se encuentran desempleadas en medio de la Covid-19, según la Organización Mundial de Trabajo. Otro dato, el 6,7% de las mujeres se encuentra desempleada, arrojan las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC). Por su parte, el Banco Mundial sostiene que una de cada cinco mujeres perdió el empleo en la pandemia en la región; para el Panorama Laboral de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), hay 13 millones de mujeres que han perdido sus trabajos como consecuencia del coronavirus y éste no les permitió abrirse un campo laboral porque sobre ellas recayó el cuidado de la casa y la familia o simplemente no existe una fuente de empleo adecuada en la región. A esta cifra debe sumarse 12 millones de mujeres que ya se encontraban desempleadas antes del confinamiento. “Hemos retrocedido más de una década en un año. Ahora necesitamos recuperar esos empleos y pisar en el acelerador de la igualdad de género”, menciona el director de OIT para América Latina y el Caribe, Vinícius Pinheiro.
Cifras y más cifras, lo cierto es que la pandemia que ya está con nosotrxs desde hace un año recrudeció los derechos de las mujeres y el ámbito laboral no fue la excepción. Otra cifra más que lo demuestra es la del informe del Banco Mundial sobre el impacto laboral del Covid19: la probabilidad de quedarse sin trabajo en las mujeres fue del 56%, mientras en los hombres era del 39%. El confinamiento hizo que las tareas del hogar y el teletrabajo se acumulen, tomando en cuenta que los quehaceres domésticos es trabajo no remunerado e históricamente se le ha atribuido el trabajo de casa a las mujeres -desde que somos niñas- basta mirar en una reunión familiar cómo en las tareas de cocina y limpieza las mujeres automáticamente empiezan a desarrollarlas.
Hay otro factor importante que empeoró las condiciones laborales para las mujeres, en mayo de 2020 la Asamblea Nacional aprobó la Ley de Apoyo Humanitario enviada por el gobierno de Lenín Moreno, la misma permitió la flexibilización laboral, la reducción de sueldos y despidos, obligando a muchas mujeres a recibir liquidaciones injustas o a hacer la misma cantidad de trabajo, pero con menos remuneración; es por esto que esa consigna estuvo entre las ciento de manifestantes en la marcha en Quito del 7 M en conmemoración al Día Internacional de la Mujer, que inició en la Caja del Seguro y culminó en la Plaza Santo Domingo. El Frente Femenino Manuela León la lideraba, este bloque de color rojo representó las reinvindicaciones históricas de las mujeres trabajadoras que emergen con las huelgas de las obreras y las luchas de las campesinas por mejorar sus condiciones laborales, allí conversamos con Claudia, integrante del Frente dijo que ella se hacía presente para exigir a los presidenciales Andrés Arauz (UNES) y Guillermo Lasso (CREO) que garanticen los derechos laborales, y derechos de salud mental para todas las obreras y proletarias del país.
La brecha salarial también se profundizó gracias a la crisis de la Covid-19, la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (ENEMDU) señala que para diciembre de 2020 el ingreso laboral promedio de un hombre con empleo fue de $309,9, mientras que para una mujer con empleo fue de $262,6, es decir una diferencia de salarios del 20%.
En el manifiesto final de la marcha en conmemoración por el 8M lxs manifestantes fueron muy claras en sus demandas: “Somos nosotras quienes sostenemos la economía del país, quienes mantenemos la economía familiar cuidando y distribuyendo dentro del hogar y vivimos en una condición de doble explotación: doméstica y laboral por el hecho de ser mujeres cargamos sobre nuestros hombros, labores domésticas y de cuidado, sin dejar de ser trabajadoras, por lo tanto exigimos que se realicen políticas públicas con enfoque de género que prioricen a la economía de cuidado y a quienes la llevamos a cabo. Estamos incluidas dentro de la maquinaria productiva-reproductiva del capital, pero seguimos siendo quienes menos ganan, la brecha de género continúa vigente además de tener la tasa de desempleo más alta desde que empezó la pandemia. La situación de las mujeres campesinas que forman parte del 70% de la fuerza productiva es igualmente precaria expuestas a condiciones de trabajo extenuantes y excesivas (…) somos nosotras quienes hemos sostenido la vida durante la pandemia (…) Las madres que son cabeza de hogar que han sido despedidas bajo la mal llamada Ley Humanitaria deben salir a las calles a buscar el sustento para sus familias”.
Sin duda las causas que nos unieron para movilizarnos este 8M fueron varias: contra los femicidios, por maternidades deseadas, por el derecho a salud pública, por educación sin roles de género, salarios justos, trabajos dignos… la lista es inmensa pero su común denominador es exigir justicia y equidad en todos los ámbitos.
Es increíble que un 8 de marzo de finales del siglo XIX mujeres de una textilera organizaron una huelga para que hubiera salarios más justos y condiciones laborales más humanas y el 8 de marzo del siglo XXI -guardando las distancias- las demandas se han incrementado, por esto con o sin pandemia ¡Vamos a seguir rayando, marchando, rompiendo, gritando hasta que alguien nos escuche!
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